(De Rosario Iniesta)
No querer hablar. No entender nada. No querer mirar a nadie. Estar sola rodeada de ruido. Dormir. Ojalá pudiera. Aunque haya cansancio infinito es empresa imposible. La cabeza no quiere parar. Y yo no tengo poder de decisión frente a eso. Soy víctima de mi propia imposibilidad y angustia. No encuentro salida, aún pensándolo de mil maneras y tomar la decisión incorrecta sabiendo el resultado: el desafío de ser infeliz. De querer serlo. O quizá de nunca haber conocido otra cosa y aferrarse a lo que da un poco de calor. Lo cual, dentro de todo, no está tan mal.
En esta reflexión reivindico lo mismo que critico: no quiero hablar de mí, no soy ese tipo de persona. Es posible que me haya convertido en mi madre (chocolate por la noticia). Siempre vivo queriéndome despegar de eso y la realidad es que no reniego de lo que es. Estoy en desacuerdo con su manera de expresarse, de nunca decidir nada bueno, de no valorarse, de dar por sentado cosas que no dan. Pero me veo obligada a aclarar que la quiero porque no sé si la gente me cree.
Los médicos le echan la culpa de todo al estrés. Sí, estoy estresada. Sí, voy a terapia. Sí, estoy mejor. Hago pilates, stretching, me tomo mi tiempo para arreglarme antes de ir al trabajo que está carcomiendo mi salud mental. Me pinto los labios. Me delineo los ojos. Me me me me me me. Pongo todo mi esfuerzo por desarrollar aquellas tareas que pasé mucho tiempo aprendiendo en la facultad (expectativa-realidad). Lo que no te dicen es que lo único que importa es cultivar la paciencia, la calma, tan escasas ellas. Cuando quieras hacer bien tu trabajo te van a retar (retar es a los chicos). Cuando lo hagas a medias, fruto del agotamiento y el resquebrajamiento de las mismas charlas burocráticas e inverosímiles, a nadie le va a importar. No importan tus capacidades. No tenés derecho a ser valorado.
Caigo en una camilla. Cierro los ojos. Me entrego a la osteopatía. De a poco siento cómo pierdo control de mi propio cuerpo. Se cae el brazo, se cae. No me importa. Nunca fui tan feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario